Quiero narrar historias con moralejas y sin ellas, así como expresar mis pensamientos sobre este mundo en que vivo a través de mis artículos de reflexión
CUENTOS POR CALLEJAS
Hay base en la realidad y/o en la ficción en todo cuanto opino y/o narro.
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domingo, 24 de enero de 2016
EL BANQUETE
Una fría tarde de diciembre llegué a un lejano pueblo de la provincia de Jaén, donde tenía que hacer un trámite en una fábrica o un molino de aceite.
El conductor del camión en el que hice el viaje y yo nos resguardamos en el interior del molino, donde se disfrutaba de un agradable calor.
Pasaron las horas y se hizo la noche. Sentíamos las punzadas del hambre y apareció el capataz con una enorme hogaza de pan. La troceamos y bajo un chorro de dorado aceite que salía del molino nos comimos la mayor parte. Aquello estaba delicioso y charlábamos de la buena panadería del pueblo, así como de la calidad del aceite local.
Fuera arreciaba el frío y veíamos la escarcha por el ventanal. Estábamos bien allí y no tenía yo prisa por acabar mi trabajo, que consistía en realizar análisis del producto.
Entonces, dijo el capataz que ya era hora de culminar la cena, y vino con una sartén que tenía un larguísimo mango, como de metro y medio. Era para poderla meter en el horno. Abrió una cesta y sacó media docena de huevos de esos que llamamos camperos, porque son de gallinas "libres", o sea, de las que no viven enjauladas, con su correspondiente y abundante chorro de oliva. Echó tales huevos en la sartén y en un instante quedaron fritos.
Colocó el recipiente sobre una vieja mesa de madera y allí, de pie, nos los comimos sin más cubiertos que trozos de pan como tenedores. Luego, sacó una bota de vino y bebimos alegremente con el suave ruido de fondo de las máquinas.
Lamenté no llevar una máquina de fotos. Aquella mesa, con la enorme sartén mostrándonos aquellos huevos como el oro, los trozos de pan y la bota de vino componían un precioso bodegón digno de un pintor de categoría.
Pero lo que siempre recordaré la exquisitez de aquellas viandas de humilde apariencia, pero tan nutritivas y de tan excelente sabor. Muchas veces lo más sencillo encierra lo más bueno y refinado, como he comprobado entre campesinos, pastores y pescadores de esta entrañable tierra nuestra.
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