CUENTOS POR CALLEJAS

Hay base en la realidad y/o en la ficción en todo cuanto opino y/o narro.

BIENVENIDOS SEÁIS, VISITANTES.

lunes, 4 de abril de 2011

FREDI Y LUCI




En un relato anterior vimos los esfuerzos del protagonista para ofrecer a su amada Luci Fernández algún acto malvado que complaciese al Diablo y así lograr el amor de su preciosa diablesa.

Fredy ya no quiere seguir escribiendo sobre sus avatares con su amada, pero me ha autorizado a que lo haga yo, pues me considera su amigo más íntimo y de plena confianza. Así que me limitaré a describir lo que él me contó.

Mi amigo se quedó aturdido y desmoralizado tras sus dos intentos de lograr alguna perversa acción. Sus entrevistas con Luci-Fer Nández se limitaban a tomar café en un bar céntrico de la ciudad. Pero Luci se mostraba renuente a entregar su amor. Quería resultados, pruebas de la sumisión de Fredy.

-- Resultados, Fredy. El Amo está disgustado y considera que estoy mostrando ineptitud. Esto no puede continuar así.

-- Pero Luci, yo te amo. Después de todo ¿qué importa lo demás?

-- Lo que tú llamas "lo demás" constituye mi ideal supremo. No olvides que para conseguir mi amor te puse mis condiciones.

-- Difíciles condiciones, Luci. Lo he pasado mal y no he tenido ni una palabra de consuelo. Ni siquiera me has dado un beso desde que te conozco.

-- ¡Ja, ja! ¿Eso es tan importante para ti? Pues te lo daré ahora.

Y acercando su rostro a él le ofreció sus labios carnosos. Fredy miró fascinado aquel delicioso obsequio y besó apasionadamente la boca de Luci.

Todo desapareció de pronto. Fredy se vio cayendo en un abismo rojo y profundo, cogido de la mano de Luci. Aquel extraordinario vuelo era a la vez fascinante e inquietante. Algo extraño envolvió a Fredy. No quería estar allí, pero la compañía de Luci le embargaba de felicidad. Al mismo tiempo, presentía un terrorífico final del que no podría escapar.

Aquella larga caída tenía un fin. Bajo sus pies, una enorme llanura empedrada de un rojo intenso y ardiente, que parecían enormes rubíes que amenazaban con quemarlos a los dos. Luci sonrió y abrazándose a él subieron a velocidad vertiginosa.

Repentinamente, se vio en la cafetería frente a Luci.

-- ¿Qué ha pasado, Luci? ¿Cuánto tiempo hemos estado fuera? Veo las mismas caras a mi alrededor.

-- No hemos estado más de cinco segundos. Lo que ha durado nuestro beso.

-- ¿Cinco segundos? ¡Pero si me ha parecido una eternidad!

-- Ya ves, Fredy. El tiempo difiere entre  el otro mundo y el nuestro. Hay otros mundos, Fredy. El tiempo es un concepto diferente según donde estés. ¿Has leído a Einstein? Eso te ayudaría.

-- Estoy confuso, Luci. Lo único que te puedo decir es que tu beso y tu compañía han sido maravillosos.

¡Ajá1 Pues imagina lo que será cuando me poseas por completo...

-- ¡Oh Luci! Me vuelves loco. Por ti haría lo imposible.

-- ¿De veras? Pues he aquí que te vuelvo a pedir lo que ya hice unos meses atrás.

-- Sí, Luci, sí. Ya lo sé. Volveré a intentarlo de nuevo. Te juro que lo conseguiré.

-- No vuelvas a decir "Juro". Jurar significa poner a Dios por testigo. Comprenderás que no es apropiado en nuestro caso.

-- Pues ¿qué digo, Luci? Tal vez debería decir "Lo satanizo".

-- ¡Ja, ja, ja! Resulta gracioso. Pero bastará que me lo prometas.

-- Pues te lo prometo, Luci. Agudizaré mi ingenio y lograré ofrecerte algo que te satisfaga.

Tras aquella conversación, Fredy se puso manos a la obra. Dudaba acerca de tomar alguna de las opciones en las que pensaba.

Una de ellas era establecerse en Gibraltar, minúscula ciudad donde la delincuencia de alto rango estaba permitida y aun protegida por su Gobierno. Pero para delinquir desde Gibraltar había que hacerlo con "clientes" de fuera. La pequeña población no era precisamente New York.

Así que de momento pensaría en algo más sencillo. ¡Ya lo tenía! Sí, sería estupendo. Pondría un anuncio en el periódico solicitando trabajadores para una empresa ficticia, y luego sufrirían terriblemente con el engaño . Hasta preveía algún que otro suicidio.

Al día siguiente de poner su petición en la prensa local, llovieron las llamadas en el teléfono de Fredy. Como aquello debía tener un aspecto de realidad, Fredy dialogaba con los aspirantes e inquiría detalles sobre sus conocimientos y experiencia. A los que "seleccionaba" les pedía que enviasen sus currículos a un aparatado de correos. Al tercer día retiró su anuncio. Ya tenía bastante.

Naturalmente, había dado un plazo de varias semanas para "estudiar" cada expediente y así crear una atmósfera tensa y anhelante.

Pasaron tres semanas. Las llamadas de los aspirantes al empleo eran constantes. Fredy se regodeaba y soñaba con el momento de decírselo a Luci. Pero un día, una de las llamadas le cogió por sorpresa.

-- Buenos días. Soy Inspector del Ministerio de Trabajo. Tengo entendido que usted ha recogido numerosos currículos para una supuesta empresa que, por lo que hemos descubierto, no existe. Le exijo que nos entregue esa documentación.

-- ¿Que no existe la empresa? ¿Cómo lo han descubierto? ¿Y para qué quieren esos papeles?

-- Lo descubrí yo, que para eso soy Inspector del Ministerio. En cuanto a exigirle esa documentación, se debe a que una empresa franco-alemana se va a establecer en nuestra ciudad. Y creo que el perfil reflejado en su anuncio coincide con lo que la fábrica extranjera exige.

Fredy no tuvo más remedio que entregar lo pedido por el Inspector. Para su sorpresa, los 67 aspirantes cuyos currículos habían llegado a sus manos encontraron trabajo en aquella nueva industria.

Fredy estaba hundido y decidió no contárselo a Luci. Pero lo más desmoralizante fue el encuentro en un bar con una docena de aquellos trabajadores que lo reconocieron y le invitaron a tomar todo lo que quisiera.

-- ¿Qué va a ser , señor? Le preguntó el camarero.

-- ¡Azufre! ¡Azufre con ceniza!