CUENTOS POR CALLEJAS

Hay base en la realidad y/o en la ficción en todo cuanto opino y/o narro.

BIENVENIDOS SEÁIS, VISITANTES.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

EN UN LUGAR DE LA INDIA





Ella despertó nada más amanecer. Había dormido junto a un riachuelo de aguas limpias, en compañía de algunos mendigos que también despertaron. Tomó un baño en aquel arroyo y se dirigió hacia el pueblo, el cual era ahora su lugar habitual.

Con paso tranquilo enfiló la calle donde se encontraban los puestos de venta de frutas y verduras. Como era temprano, había poco público comprando, por lo que podía elegir las frutas que quisiera. Los tenderos la saludaban cariñosamente, y amablemente le ofrecían sus productos. Al propio tiempo, un grupo de niños mendigos merodeaban entre los puestos, mas los vendedores los ahuyentaban con ramas y varas.

Después de un largo paseo por el mercado se acercó a una fuente para beber. Estaban allí con sus cántaros un grupo de mujeres parias, e inmediatamente se apartaron para darle preferencia. No se acercaron a la fuente para satisfacer su sed. Sin dilación, ellas se apartaron para darle preferencia. No se aproximaron a la fuente hasta que ella se alejó lo bastante para que aquellos "seres inferiores" no la pudiesen "manchar" con su sombra. En el sistema de castas de India los sadhus constituyen lo más bajo de la especie humana y no tienen derecho ni a proyectar su silueta sobre los demás.

Ella sí podía acercarse a todo el mundo, fuera su casta cual fuera. Todos tenían alguna palabra cariñosa, y aun algunos le acariciaban la cabeza en señal de afecto.

Pasó frente a la entrada del templo de Visnú; un hombre alto con barba, vestido de blanco, se interpuso en su camino. Con una reverencia colgó de su cuello una rueda de flores. Juntó las manos y le ofreció de nuevo una muestra de veneración.

Siguió ella su paseo y, súbitamente, comenzó a llover. Se venía encima la estación monzónica. Aquella lluvia, aunque breve, anunciaba la inminencia de la temporada. Una desvencijada parada de autobús le servió de refugio. Un puñado de hombres que, asimismo, allí se habían cobijado, le hicieron sitio. Y eso que algunos de ellos hubieron de quedarse a la intemperie.

Terminado el chaparrón, prosiguió su recorrido. A los pocos minutos oyó tras de sí una estruendosa bocina, y detúvose un camión de un frenazo. Se volvió ella lentamente; se quedó mirando hacia el vehículo, con dulce y tranquila mirada. El conductor descendió con gesto resignado y le dirigió unas amistosas palabras mientras la empujaba suavemente para apartarla de la carretera.

Anochecía, y regresó a la ribera donde había pasado la noche. Se tumbó encima de la hierba fresca. Se acordó de la vez en que, cuando vivía en el campo, un tigre acechaba entre los juncos de un curso de agua.

Decididamente, aquel pueblo era un buen sitio en que habitar.

-- Oiga. No nos ha dicho el nombre de la protagonista ni a qué casta pertenecía.

-- No conozco su nombre y no pertenecía a casta alguna: era una vaca.



sábado, 10 de diciembre de 2011

NUEVA AMÉRICA




He estado emocionado y entusiasmado observando la Cumbre Constitutiva de la CELAC, que ha reunido prácticamente a todos los países que se hallan desde el Sur de Río Grande hasta el Cabo de Hornos, más numerosas naciones caribeñas.

Escuchando a Hugo Chávez me acordaba yo del proyecto de Simón Bolívar de creación de una Comunidad de Países Sudamericanos bajo la dirección o presidencia de España. Esta idea fue copiada por Inglaterra al crear la Commonwealth tiempo después, cuando las colonias británicas se fueron desgajando de la metrópoli.

Lo que no podía imaginar Bolívar es que en el siglo XXI España no estaría para dirigir nada, y menos aún la noble ilusión del Libertador. La tradicional estupidez de nuestros políticos nos ha llegado a colocar en la situación de ser el más dócil de los satélites de USA.
Y no me cabe duda de que Washington no ve con buenos ojos este proyecto de la CELAC. De modo que la posición española estará ¿cómo no? a la orden de lo que digan en Norteamérica.

Sin embargo, estoy seguro de que entre muchos pensadores e intelectuales españoles hay un sentimiento de afecto y de apoyo por esa nueva América del Sur.

En mi opinión, al Estado español le puede quedar el papel de ser el paladín de Sudamérica en Europa y en el mundo; como un país fraterno para esas repúblicas que están despertando a una flamante y gloriosa era. No debe bastarnos con que haya un hermoso monumento a Simón Bolívar en el Parque Oeste madrileño y otros más repartidos en la Península Ibérica.

Se habrá de tener un poco de fe en el devenir de los acontecimientos.

jueves, 1 de diciembre de 2011

PAQUITO Y SUS COMPAÑEROS




Paquito era un comunista fiel que dio varias veces con sus huesos en la cárcel. En aquellos años (época franquista) ser comunista era sinónimo de delincuente, de marginado. Para eso estaba el T.O.P. (Tribunal de Orden Público), eufemismo empleado con el fin de dar carácter legal a la persecución de individuos políticamente incómodos, ya que la legislación ordinaria no contemplaba como delito la pertenencia a partidos políticos de izquierdas.

Tras diversas estancias en las cárceles del Estado, Paquito aprendió un oficio, y con cuatro compañeros estableció una pequeña cooperativa laboral que realizaba trabajos especializados en la construcción de viviendas.

Eran Paquito y sus camaradas jóvenes, hábiles y concienzudos. El sistema cooperativo es reconocido y amparado en casi todos los países del mundo como forma empresarial social con ventajas fiscales y crediticias. De este modo iba transcurriendo la vida de estos entusiastas trabajadores, pese a algunos altibajos que se resolvían por la actuación de nuestro protagonista. En efecto, él era un hábil negociador y lograba no sólo resolver problemas, sino además buenos contratos, que se materializaban en rendimientos para la cooperativa.

Pero llegó un momento en que el demonio de la codicia tentó a Paquito. Se dio cuenta de que si dispusiera de empleados a sueldo, los beneficios serían para él mucho mayores que si continuara repartiéndolos con sus socios. O sea, que convirtiéndose en empresario individual podría enriquecerse.

Así que tomó esa decisión y se lo comunicó a sus compañeros. Éstos se vieron traicionados, y sufrieron con amargura el abandono de su presidente, al cual habían considerado un amigo leal. Les pareció inconcebible que aquellos ideales de fraternidad y colaboración se fuesen a pique tan fácilmente.

Paquito inició su negocio y le fue bien. Pero en 1993 comenzó una crisis que habría de hundir numerosas empresas en España, y este personaje vio cómo se desmoronaban sus proyectos. Dejó de obtener contratos; y solamente podía acceder a aquellos que eran ofrecidos por los organismos del Estado.

Para estos trabajos estatales las cooperativas tienen por ley preferencia, siempre que no superen los precios de las sociedades mercantiles. Por esa causa los antiguos compañeros de Paquito consiguieron sobrevivir, mientras que su ex socio devenido capitalista se fue hundiendo hasta desaparecer por completo.

Aseguran que Paquito deambulaba por aquellos lugares donde se efectuaban obras, mas nadie lo contrató.

Pasó a ser uno más de los numerosos parados del Estado español.

sábado, 19 de noviembre de 2011

CRISIS PARA TODOS





En la Unión Europea hay crisis económica. Los miembros más fastidiados son Irlanda, Portugal y Grecia. Aquí en España el paro es agobiante.

Pero no pensemos que sólo las clases trabajadoras están pasándolo mal. Miremos, por ejemplo, el caso de la reina Isabel II, la de Inglaterra. Hace tres meses solicitó una ayuda al Parlamento para pagar las facturas de la luz de sus numerosos palacios, castillos y residencias. El Parlamento se lo denegó. ¿Se verá Doña Isabel obligada a comprar cirios y candiles?

El gasóleo ha subido de precio, situándose por encima del de la gasolina. No muy lejos de aquí, en Marbella, hay atracados un montón de yates. A lo mejor se quedan allí quietos, a causa del coste del combustible. Las juergas habrán de celebrarse junto al muelle sin salir a mar abierto.

Restaurantes y bares de lujo se resienten por la reducción en los pedidos de ostras y langostas. Muchos potentados están reduciendo gastos.

Nuestros políticos están haciendo todo lo posible para disminuir los costes del Gobierno. Así, funcionarios y empleados han visto rebajados sus sueldos y otros han sido despedidos.

Un alto cargo de la Administración relataba a uno de sus secretarios : "¿Sabe lo que me han costado estas vacaciones? Los hoteles de cinco estrellas están por las nubes. Mis hijos apenas han podido desplazarse con motivo de sus fiestas, pues los taxis están carísimos. ¡Mi mujer y yo no podemos beber champagne francés, sino cava catalán! ¡Y viene usted a decirme que su sueldo está menguando!"

Lo que más conmueve es lo que dijo la Presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid hace ya algún tiempo: "Yo con ocho mil euros (unos diez mil dólares) no llego a final de mes."

Seamos, pues, comprensivos. Todos tienen sus problemas ¿verdad?

-- ¡Auugg, auugg, chaaf plaaass...!

-- ¿Qué le pasa a usted?

-- Nada, es que estoy vomitando...

domingo, 13 de noviembre de 2011

MARÍA DE MÉXICO (FINAL)




Las visitas de ambos militares no coincidían. El teniente Cervantes acudía por las mañanas y el capitán francés por las tardes.

La última vez que fue el capitán Couchon era ya casi de noche. Había bebido más de la cuenta y se acercó a María con aire agresivo, haciéndole proposiciones que para cualquiera serían deshonestas. María lo rechazó con enfado.

-- Oye, María ¿es que te doy miedo?- inquirió el francés.

-- No me das miedo ¡Me das asco!

La reacción fue violenta. Con el rostro enrojecido de ira, y con los ojos desorbitados agarró a María por el cuello.

De pronto, una docena de pacientes de aquella sala se levantaron de sus jergones, abalanzándose para defender a la muchacha; algunos golpeaban al capitán con sus muletas, y otros con los puños.

La intervención de las monjas impidió que Couchon fuese muerto allí. El francés salió a la calle, y las religiosas le pidieron que mejor sería que no volviese más.

El teniente Cervantes supo lo sucedido en su visita de la tarde. María y la Superiora se esforzaron en contener al joven teniente, que sable en mano quería ir en busca del militar galo.

-- Miguel, por Dios, no intentes nada contra el capitán- le suplicó María-. Piensa en las represalias que tomarían contra gente inocente. Si me amas, haz lo que te pido. Voy a regresar a México. Ya buscaremos una solución para nuestro futuro.

Días después, María salió con su familia de Madrid, y, llegados a Cádiz, embarcaron hacia tierras mexicanas.

El teniente Cervantes decidió pedir su traslado al Ejército español en México y lo consiguió en poco tiempo. Adujo su amor por María y el deseo de casarse con ella.

Es tradición en el Ejército de España el facilitar el matrimonio cuando un oficial lo solicite. De ese modo, conseguida su petición se enrumbó hacia el Nuevo Mundo en un difícil viaje desde Lisboa.

Tras las formalidades pertinentes, Miguel y María contrajeron matrimonio en la iglesia de San Francisco. Se establecieron en la capital de la Nueva España, y el teniente Cervantes, tras un año de servicio, dejó la milicia  para iniciar carrera en la Administración del Virreinato.

Fue para Miguel oportuno su cambio de profesión. No tuvo que combatir el conato de rebelión iniciado por Hidalgo en 1810.

Para él, y por amor a María, México era ya su Patria.

sábado, 12 de noviembre de 2011

MARÍA DE MÉXICO (I)




María Alvarado era hija de un importante funcionario de Nueva España, y decidió acompañar a su padre en su viaje a Madrid, para asuntos relacionados con México.

Realizar una travesía desde América hasta Europa en aquel tiempo, principios del siglo XIX, era complicado. Los barcos que zarpaban de las costas novohispanas lo hacían en convoyes, con la finalidad de defenderse de posibles ataques de piratas ingleses. La navegación terminó con éxito en el puerto de Cádiz, desde el cual hicieron el desplazamiento hacia Madrid.

María había insistido en acompañar a su progenitor porque estaba ilusionada con conocer la capital del Reino, y visitar lugares donde nacieron y vivieron Cervantes, Lope de Vega, Quevedo y otros escritores a los que ella admiraba. En efecto, María conocía las obras de los clásicos del Siglo de Oro, y era una persona culta, versada en latín y en filosofía.

Ella era, además, muy hermosa. Había heredado lo mejor del mundo indígena y europeo que, en un tiempo se habían cruzado en su país: ojos almendrados, cabello azabache, labios carnosos y un cutis marfileño.

En aquel año de 1808 había gran tensión en la metrópoli. El ejército napoleónico se había estacionado en la Península con la excusa de dirigirse a Portugal. Pero era evidente que su intención era la invasión del territorio.

María fue testigo de la sublevación del pueblo madrileño aquel 2 de mayo. Alojada en el Palacio de la Sonora (que fuera residencia del Ministro de Indias), la muchacha contempló con horror las atrocidades cometidas por los soldados franceses y el heroísmo de las gentes de Madrid.

Tres días después, decidió acudir a un convento de monjas que se había habilitado como hospital de acogida de heridos españoles y franceses. Allí se ofreció a ayudar en el cuidado de los pacientes.

Su buen corazón, su simpatía y su belleza cautivaron a todos. Mas un día encontró una guitarra que alguien había dejado olvidada dentro de aquel lugar, y se le ocurrió entonar algunas de las hermosas canciones mexicanas que ella conocía. Todo el mundo guardó silencio para escuchar y disfrutar de esa bellísima música que salía de la garganta de María. La emoción embargó a los presentes, y las lágrimas afloraron a sus rostros junto a sonrisas de felicidad.

Con todo esto, unas jornadas más tarde, el médico responsable del hospital pidió a María que dejase el cuidado sanitario y se dedicase todo el tiempo que pudiese a tocar la guitarra y a cantar.

-- María, le ruego que siga haciéndolo así. Los heridos están mostrando síntomas evidentes de mejoría. Y los médicos sabemos cuán favorablemente influye en la curación un ambiente estimulante y alegre. Residí seis años en su tierra indiana, y también yo me siento alegre por escucharla. Su música está apapachando a estos hombres; todos se lo agradecemos.

El joven teniente Cervantes aparecía de vez en cuando por allá para visitar a los soldados y los civiles del hospital. Y conocíó a María. Quedó prendado de la muchacha; sus visitas se hicieron más frecuentes. Simultáneamente, el capitán francés Couchon se interesó por María. Era él un individuo arrogante y desdeñoso, que cuando inspeccionaba a sus soldados sólo a éstos saludaba, eludiendo a los demás. Quería conquistar a la damisela. Se creía superior a todos, y su actitud hacia ella no era precisamente caballerosa. La consideraba más bien como una parte de su botín.

(Continuará)

martes, 8 de noviembre de 2011

GUIJARROS EN LA LENGUA




Yo conocía a Manuel porque él tenía un puesto de venta de carne en el mercado municipal, al que yo iba de vez en cuando si mi mujer pedía mi colaboración en la tarea de las compras. Manuel era un joven activo y amable, con el cual mantenía yo una discreta amistad. Y lo digo así porque nuestras conversaciones eran muy breves. El motivo era su tartamudez. Por ello, el intercambio de palabras con sus clientes era muy corto con el fin de disimular su defecto.

Hay que conocer de cerca a esta clase de personas para comprender el sufrimiento que padecen, personas siempre temerosas de provocar alguna risa que les haga sentirse ridículas y avergonzadas.

Un día me dijo que necesitaba obtener el permiso de conducir y comprar una furgoneta para el transporte de sus mercancías.

-- Pe... pero yo... yo... no... no pue... pue...do acu...dir a u...na au... au... toes.. toes...cuela pa... para que se... se... rí... rían de... de mí.

-- Bien, Manuel. Te propongo una cosa- le dije-, te daré clases particulares y nadie te verá ¿vale?

Aceptó mi ofrecimiento y comenzamos las lecciones al día siguiente. Le dije:

-- Manuel, cuando te pregunte algo respóndeme cuando quieras; no tengas prisa y, si no lo deseas, me contestas cuando te parezca bien en otra ocasión.

Con este lento principio iniciamos su aprendizaje. Estuve tentado de ensayar con él lo que dicen que hizo Demóstenes para curar su tartamudeo. Mas eso de meterse piedrecitas en la boca me pareció que le resultaría chocante, y no se lo dije.

Para mi sorpresa, su progreso resultó notable. Dicen que los tartajosos son muy inteligentes y que, debido a la rapidez de sus pensamientos, tratan de hablar a mayor velocidad, y por eso se atascan.

Pero mi segunda y mayor sorpresa fue que en pocos días su lenguaje fue mejorando de tal modo que al final del curso apenas se entrecortaba. Prácticamente no tenía ya defecto en el habla. Se hallaba eufórico- al igual que yo-. Pasó sus exámenes y compró la furgoneta.

Fui a verle en su puesto del mercado. Hablaba alegre y fluidamente con su numerosa clientela, que se sentía encantada por charlar con él. Me saludó levantando una chuleta de cordero, y gritó: "¡Aquí tienen ustedes al hombre que me curó!"

Por suerte, suelo llevar gafas oscuras. De esa manera nadie pudo ver que tenía los ojos húmedos por las lágrimas.

domingo, 6 de noviembre de 2011

BREVE HISTORIA DE UNA MUJER CAMIONERA




Ana María era una muchacha de origen humilde que trabajaba de lavacoches en una gasolinera. Su aspecto era más bien basto, pero la chica era muy trabajadora y simpática. Se había inscrito en un curso que ofrecía la Administración de Andalucía para trabajadores que quisieran obtener un título profesional.

Eran estos estudios para llegar a ser conductor de camiones de gran tonelaje, de ámbito internacional. Ana María estaba ilusionada con ese proyecto, y yo le impartí clases junto a otros catorce alumnos.

Pasaron las semanas y unos meses; los exámenes se avecinaban. Ana María se encontraba nerviosa y me decía lo contenta que estaría con su nueva profesión.

Llegado el primer examen, Ana María suspendió. Sólo ella y otro compañero no habían pasado la prueba. Con ojos llorosos me dijo:

-- Ya ves, a pesar de tanto esfuerzo no he sido capaz de aprobar. Mi madre dirá que soy una inútil.

-- No eres una inútil, doy fe. Trabajas muchas horas en la gasolinera y aún te queda tiempo para estudiar con entusiasmo. Eres una persona inteligente y responsable. Incluso en los momentos de descanso te has dedicado a escribir ejercicios mientras tus compañeros tomaban café y fumaban un cigarrillo. Mereces aprobar.

-- ¡Ay, Fede! No basta con merecerlo; tenía que aprobarlo.

-- ¡Ánimo, Ana María! Nos queda otro examen de recuperación. Confía en que lo conseguirás.

Tres semanas más tarde, Ana pasó la convocatoria. Inmediatamente, se puso a hacer las prácticas que igualmente superó, con muy buena nota.

Dejé de verla para iniciar otro curso en otra localidad. Mas un día iba yo por la autovía, y en sentido contrario se acercaba un enorme camión con un claxon ensordecedor, el cual sonaba como un mugido. Una conductora asomaba el brazo con gesto de saludo. Era Ana María, quien había reconocido mi coche a distancia.

Ahora ella tenía un trabajo que le gustaba; muy bien remunerado, además. Me alegré por su felicidad. Y en mi corazón le estaba agradecido.

Sí, porque de aquella joven humilde aprendí lo que son la valentía y la auténtica voluntad de superación.

La vida siempre será la mejor maestra, indudablemente.

sábado, 29 de octubre de 2011

ZOOLANGUAGE




A veces utilizamos en nuestro lenguaje expresiones tales como "Es fuerte como un toro" o "Es gorda como una vaca", o "astuto como un zorro", etc. Y es, diría yo, como una zoofilia, si es correcta la palabra, puesto que se busca en los animales cualidades o defectos humanos, como una reminiscencia de épocas muy antiguas, cuando los hombres primitivos veían reflejos de sí mismos en los numerosos seres que compartían con ellos el hábitat que ocupaban.

Asimismo, ocurre que damos mayor expresividad a nuestras palabras al utilizar comparaciones con los sonidos que emiten nuestros "hermanos animales", que diría San Francisco de Asís. Empleamos verbos como cacarear, rugir, gruñir y otros más que corresponden al lenguaje de gallinas, felinos, cerdos y otras criaturas de la abundante fauna de nuestro planeta.

Y digo yo, ¿daríamos más énfasis a nuestro discurso mediante el uso de esos verbos que antes he citado? Creo que sí.

Veamos, por ejemplo:

"Nuestro jefe nos rebuznó injustamente". Con ello estamos diciendo: "el burro de nuestro jefe".

Otra: "Mi mujercita maulló en mi oído pidiéndome dinero". Es como decir que se puso mimosa como una gatita, cosa que a los hombres nos gusta mucho. Lo del dinero, menos, claro.

Aquel tipo me ladró "¡No entre aquí!". Pues lo mismo que un perro que te cierra el paso.

"La muchedumbre rugía en el estadio". Esto es, como las fieras en las que no convertimos algunas veces en eso del fútbol.

"Aquel grupo de mujeres cacareaba incesantemente". Nos recuerda el ruido que hacen las gallinas en un gallinero.

"Ese político relinchaba su discurso". Es como, a veces, suena el vocerío que forman; aunque, en ocasiones, suena como una sucesión de berridos.

"El recepcionista crotoraba saludando mientras entraba el público"; como el monótono "tac, tac, tac" que hacen las cigüeñas.

"Un empleado de la ventanilla del Fisco me silbó los impuestos que debía pagar". Cual serpiente que nos amenaza con su terrible mordedura.

"Aquel grupo de niños pequeños piaban alrededor de mí", igual que polluelos juguetones.


Me detengo para no cansarlos. Si se les ocurre alguna frase o expresión como las que expongo, díganmela, por favor. De este modo, enriqueceré mi lenguaje animaloide.

Gracias.

domingo, 23 de octubre de 2011

EL TRECHO DEL DICHO AL HECHO







Mi amigo Antonio, además de serlo, era mi jefe en la empresa donde yo trabajaba. Era un tipo curioso que, según él, había experimentado numerosos avatares en su vida. Un día, me relató algunos episodios curiosos.

Me decía que había sido fraile en un convento (no recuerdo la Orden) y que él, con un puñado de compañeros, había huido una noche del monasterio porque todos estaban hartos del Abad, que era un homosexual acosador. Después, Antonio me dijo que contrajo matrimonio, pero que al cabo de un tiempo se divorció por incompatibilidad.

Se metió en varios negocios de los que salió malparado. Según él, por culpa de sus socios y compañeros desleales.
Yo le escuchaba sentado en una butaca, mientras mi amigo me hablaba pausadamente desde su mesa en el despacho. Sentía simpatía por su persona y le dije:

-- Antonio, con todo lo que has tenido que pasar, supongo que te quedará una huella dolorosa en tu mente.

-- Pues no. Mira, Fede, mi tiempo de seminarista y de monje me enseñó con firmeza los principios cristianos que habrían de informar mi vida. Yo llegué a ser Subdiácono, ¿sabes? Así que, con todo esto, aprendí a perdonar e incluso a compadecer a mis enemigos. Sí, Fede, tenlo en cuenta. Tenemos que ser clementes con los demás, a ser pacientes cuando nos dañen. No te alteres cuando te insulten, porque posiblemente el que lo haga tenga los defectos que a ti te atribuya. Procura tenerlo en cuenta, que los que somos cristianos debemos dar ejemplo.

Me lo dijo en un tono tan paternal y moviendo las manos con una expresión tal que me lo imaginaba subido a un púlpito.
De pronto, sonó el teléfono. Antonio tomó el aparato y estuvo escuchando unos minutos. Súbitamente, y de un golpe, colgó el auricular.

-- ¡Hijo de puta! ¡Ha cortado la conversación y me ha llamado sinvergüenza! ¡Fede, que me ha dicho que soy un sinvergüenza! ¡A mí nadie me dice esto! ¡A mí no se me puede insultar así! ¡Hijo de perra, rufián, cerdo, canalla! ¡Así se te pudra la lengua!
Y, abriendo un cajón de su mesa, sacó una enorme navaja albaceteña; se puso de pie y la blandió delante de mí.

-- ¡Le voy a hacer una "cremallera"! ¡Lo voy a rajar desde el pescuezo hasta los huevos! ¡Maldita sea, que voy por él!

-- Antonio, por favor, no hagas locuras. Piensa en las consecuencias para ti y para tu familia.

-- ¡Déjame, Fede! ¡No te interpongas en mi camino! ¡Como hay Dios que me lo cargo ahora mismo! ¡A ese canalla, cabrón!

Fue inútil que tratara de detenerle. Se llegó hasta el establecimiento de su enemigo, y a punto estuvo de darle de puñaladas. Los guardas del almacén lo detuvieron.


En las dependencias policiales, adonde fue conducido, se le oyó gritar durante horas.

jueves, 29 de septiembre de 2011

EL OPIO DEL PUEBLO







Eso decía Lenin refiriéndose a la religión. Hoy día en mi querida España el fervor religioso ha descendido, sobre todo en la juventud, lo cual no quiere decir que desaparezca, sino que su disminución está compensada por otra religiosidad, de características paganas. Me refiero al fútbol.


Que yo compare el fútbol con una "religión" no me parece descaminado. Observen esas muchedumbres que devotamente se dirigen a los estadios (sus templos) y cómo ponen sus esperanzas en sus dioses (los jugadores), los cuales, con un ritual repetido siempre, provocan la alegría de miles de corazones; o bien son castigados con la derrota como una lacerante penitencia.



Tienen los clubes un clero, y hay una poderosa jerarquía de ámbito universal. ¡Hasta tienen sus propios mártires! Sí, esas peleas dentro y fuera de los campos, a veces con resultado de muerte (recordemos los doscientos fallecidos y numerosos heridos causados por los hinchas ingleses en el estadio de Heysel en 1985). No se suspendió el partido aquella tarde nefasta. Los dioses fueron, así, honrados.


En 2011 España fue coronada con los laureles de la gloria. Había ganado el Campeonato Mundial. La crisis económica que azotaba al país pareció esfumarse. La alegría inundaba las calles; la muchedumbre gritaba enardecida; las banderas de la patria adornaban ventanas y balcones; y mucha gente con bolsillos y estómagos semivacíos encontraron consuelo en esos momentos de orgullo nacional. ¡Qué alivio para nuestros políticos!


-- Oiga, ¿no sería bueno que se reeducase a la gente en otros valores?


-- ¡No, no, no! Si les quitas el fútbol, sería la hecatombe. Desde hace mucho tiempo se sabe de la influencia del balompié en el magma social.


Me acuerdo de la frase del Ministro Solís durante la Dictadura de Franco: "¡Más fútbol y menos latines!"
Sabía muy bien lo que decía. Muchos alborotos políticos se evitaron por causa del fútbol. Las masas eran y son amansadas por esta nueva religión.


No precipitemos las cosas. Estoy seguro de que volverán a a relucir los viejos valores, porque la humanidad siempre ha resucitado de sus momentos de decadencia.


Y ahora, permítanme que termine mi artículo. Unos amigos me esperan para jugar un partido de fútbol en el polideportivo que el Ayuntamiento tiene en mi barrio.



Saludos.

lunes, 29 de agosto de 2011

UN PASTOR ALEMÁN





Doña Guadalupe, viuda de Reboño, quería para su finca rústica un perro de buena raza, y determinó que un pastor alemán cumpliría con los requsitos necesarios.

En un periódico de tirada nacional vio un anuncio donde se ofrecían pastores alemanes, entrenados y originarios de la misma Alemania. Se pedía una cantidad de dinero a cuenta, pero se ofrecían garantías de envío y calidad, avaladas por una entidad bancaria. Doña Lupe pensó que lo pedido en el anuncio era un poco caro, pero que la categoría de su finca merecía tal estipendio.

Hecho el pago por transferencia bancaria y firmado el documento de petición, esperó durante unos dias noticias del envío.

Ya empezaba a impacientarse cuando sonó el timbre de la puerta y la criada le anunció la visita de un extraño que parecía extranjero.

Doña Lupe le recibió en la sala. Era un hombre alto de cabello rubio y corto, ojos pequeños y azules, asi como tez colorada. Vestía una rara indumentaria, calzaba botas de media caña. Se inclinó ante ella y dijo:

-- Guten tag, meine Frau. Ich bin der deutsch Schäfer.

-- ¿Qué? No entiendo nada.

--Pardon, madam. Español bien no hablo, pero su idioma yo entiendo. Soy el pastor usted ha pedido.

-- ¡Pero yo pedí un perro pastor alemán! ¡Lo leí en un anuncio!

-- Pardon, madam. Anuncio no decía "perro", sino pastor.

-- ¡Esto es un lío y la culpa no es mía!

-- No sé si culpa de quién. Mis papeles en regla. Título profesional de Escuela de Pastor y Cuidador de Animales.

Doña Guadalupe supuso razonablemente que la anulación del contrato le traería perjuicios económicos. Por tanto, decidió que Fritz- así se llamaba el hombre- trabajase una temporada en su hacienda, aunque fuese de prueba.

Pues la prueba funcionó. Fritz cuidó ovejas, vacas y hasta los dos caballos de la señora. Además, se ocupó del césped del jardín y del pequeño huerto de frutales.

Doña Lupe estaba encantada, pese a que el sueldo de Fritz era considerable. La ventaja estribaba en que desempeñaba el trabajo de dos personas, o tres, y no era hombre de vicios. Solamente tenía inclinación por ingentes cantidades de cerveza. Eso sí, nunca ella lo vio borracho.

Fritz amplió su campo laboral efectuando reparaciones en la casa de la dueña.

Las frecuentes visitas al caserón tuvieron una consecuencia. La viuda de Reboño lo ascendió a la categoría de amante. Así, dispuso sus noches en brazos del robusto pastor, quien no era torpe en las artes amatorias.

Ella puso una condición. Nadie debía conocer que compartían cama. Fritz seguía siendo sólo su empleado. Nada de introducirlo en su vida social; sus distinguidas amistades no debían tener conocimiento de la relación.

Eso, al menos, creía doña Guadalupe. Mas un día una de sus amigas la telefoneó, y le preguntó: "Lupe, dime, por favor, ¿dónde he de llamar para conseguir un pastor como el tuyo?"

domingo, 31 de julio de 2011

JUSTICIA MEXICANA





Cuando aquella extraña Monarquía encarnada en el Emperador Maximiliano se instaló en México, numerosos personajes extranjeros acompañaron al Monarca, algunos con la intención de medrar en aquel gran país.

Uno de ellos, Monsieur Pierre Dupont no albergaba ideas románticas acerca de un sistema que no era querido por la mayoría del pueblo mexicano. Su anhelo era obtener riqueza, sin importar cómo. Apoyado por la autoridad imperial, consiguió el arrendamiento de una gran extensión de tierra en un lugar no muy lejos de la capital.

Aquel trato era singular. Los arrendadores, que eran numerosos, se ofrecieron para trabajar aquella hacienda como empleados de Monsieur Dupont. Las difíciles circunstancias que atravesaba la Nación empujaron a aquellos hombres a realizar de esa manera el contrato, pues el precio del arriendo era bajo; conseguido más por veladas amenazas que por un sentido de la equidad. Hay que aclarar que esos campesinos constituían una comunidad que había recibido aquellas tierras de cultivo del Rey de España, en el siglo XVIII.

El primer año fue abundante en lluvias, y la cosecha de cereales prometía ser buena. Pero los agricultores de Mr. Dupont estaban descontentos con los salarios tan poco elevados que estaban recibiendo. Pensaban, con razón, que si la cosecha iba a ser espléndida, arrendamiento y sueldos resultaban casi míseros.

Intentaron elevar a Dupont sus peticiones, mas no fueron recibidos por el arrendatario. Exasperados, decidieron recurrir al Padre Francisco, Panchito para los lugareños, que era el cura del pueblo, con el objeto de que intercediese por ellos.

El P. Panchito se presentó en la mansión de Monsieur Dupont. Era aquel clérigo un hombre menudo de tez morena y mirada intensa. Tras los saludos protocolarios, el párroco expuso las quejas de sus feligreses.

-- Déjese de monsergas, padre-- le espetó agriamente Dupont.-- Yo sé cómo tengo que tratar a mis monos. Ya tengo experiencia.

-- ¡No llame "monos" a mis parroquianos!

-- Sus parroquianos son indios ¿verdad? Así llamo a indios y a negros; y no creo que eso esté mal.

-- Esos hombres son ciudadanos mexicanos, y merecen respeto. Mire, también yo soy indio, y me siento orgulloso de ello. Pero más orgulloso me siento por entregar mi vida a Dios, y servir a los hombres.

-- Bueno, no se ofenda. A usted no le llamaré "mono". Pero sepa que tengo una experiencia heredada de mis antepasados, cuando vivían en Haití. De ellos aprendí a tratar a los negros.

-- ¡Estos campesinos no son negros!-- gritó el Padre Panchito.-- Y si lo fueran, asimismo defendería yo sus derechos. Pero parece irónico que usted me diga que sabía cómo tratar a los negros. ¿Acaso no se sublevaron contra sus compatriotas por el trato inhumano que recibían? ¡Ha sido el de Haití el más vergonzoso de los episodios de la colonización, y usted me viene diciendo cómo portarse con ellos!

Monsieur Dupont dio por terminada la discusión. El P. Panchito volvió entristecido a su pueblo. Allí reunió en la iglesia a los habitantes, y les explicó la entrevista con el arrogante personaje.
Algunos campesinos propusieron eliminar al francés cuando éste llegase a la localidad.

-- No voy a consentir un asesinato -- arguyó el sacerdote.-- Mejor será que lo pongamos en manos de Dios. Pidamos justicia al Altísimo.

Una fuerte discusión se originó entre los concurrentes, y al final no se decidió nada en concreto.

Pocos días después Monsieur Dupont montó en su caballo y partió para el pueblo. Algunos campesinos que lo sabían resolvieron apostarse en el camino para interceptar su paso.

Mas aquel día se desencadenó una terrible tormenta, con viento huracanado, que no era propia de la estación. Pierre Dupont se vio inmerso en la turbulencia del vendaval, y desapareció de la senda. Nadie se percató de lo sucedido. Pero el cuerpo fue descubierto colgado de la rama de un árbol. Su caballo pastaba plácidamente a poca distancia; no parecía haber sufrido daño alguno.

Pero ¿qué pasó con la cosecha y el contrato de arrendamiento?

El Juez que intervino en el caso determinó que, puesto que Dupont no había pagado a los arrendadores, éstos se quedarían con los beneficios de la cosecha. El señor galo no tenía ni herederos ni familiares.

Ninguna persona acudió a su entierro, pero el Padre Panchito rezaría por su alma.

domingo, 24 de julio de 2011

FREDI EN EUSKADI




Fredi arribó al País Vasco. Ahora pensaba que encontraría el campo adecuado para realizar las fechorías que complacerían a su amada Luci, la preciosa diablesa a la que tenía que servir para lograr su total amor.

Nada más llegar a Bilbao se dirigió al casco antiguo, donde quizás contactase con elementos afines a ETA. Sabía que debía ser discreto, pues nadie le iba a facilitar por las buenas los contactos que deseaba.

Recorrió varias tabernas y entabló conversación con algunos clientes. No pudo llegar a diálogos que sobrepasasen los temas del fútbol, pero sí estuvo a punto de coger una borrachera por la cantidad de copas de chacolí que ingirió. Se sentía algo frustrado, pero al doblar la esquina de una callejuela vio pegada en la pared una esquela con el horario de una misa de funeral, que se celebraría en la iglesia de un pueblo cercano.

Al leer el nombre del difunto, aquél le resultó familiar, pues lo había leído en la prensa cuando ésta hacía referencia a la muerte de un etarra en un enfrentamiento con la policía.

Fredi decidió que ésa sería su oportunidad. Allí conocería a gente que, con seguridad, pertenecería o sabría de tipos de la organización armada.

Al día siguiente se personó en la parroquia que figuraba en la esquela, y asistió a la misa. Se quedó boquiabierto cuando oyó del cura oficiante que "el fallecido era comparable a Jesucristo por haber entregado su vida por sus hermanos". ¡Un homicida asemejado con Jesucristo! No esperaba semejante aseveración de boca de un sacerdote, así que pensó que había dado con el lugar idóneo para el inicio de sus proyectos diabólicos.

Acabada la misa, pidió al cura hablar con él. Y, como supuso, fue acogido favorablemente por el clérigo, tras una larga conversación. Al cura Don Ignacio le extrañó que un maketo se interesara por la causa de ETA, pero Fredi le explicó que era descendiente de vascos y que comprendía el ideal etarra.

El Padre Ignacio le dijo que lo pondría a prueba para que demostrase su capacidad. Aunque le preguntó que si sabía manejar armas de fuego, le advirtió que no sería aún "soldado", que habría de conocer poco a poco a personas del ambiente adecuado.

Como primer paso, el Padre Ignacio lo colocó de camarero en un restaurante donde integrantes etarras y  partidarios celebraban actos y reuniones.

"Debes observar a todo el mundo y averiguar quiénes son periodistas. Los camareros son los que mejor llegan a conocer a la gente". Esto le dijo el Padre Ignacio.

No podían sospechar el desastre que se les avecinaba cuando un día se celebró en aquel establecimiento un acto donde se congregarían importantes personalidades del Gobierno vasco, y, naturalmente, simpatizantes de ETA. También algunos clérigos "directores espirituales" del movimiento etarra, entre ellos el cardenal vasco-francés Roger Etchegaray.

En un pequeño patio del restaurante se ofreció un aurresku, ese baile en el que el danzante levanta una pierna hasta la altura de la barbilla. Por aquel espacio abarrotado de gente decidió Fredi pasar a otro salón, con una gran sopera llena de espaguetis, para dejarla sobre una mesa.

Podría haber efectuado un rodeo, mas pensó en el camino más corto, el cual era aquel patio donde se ejecutaba la danza. El sitio entre el "dantzari" y el público le permitiría pasar con el enorme recipiente.

Fredi se detuvo, observó el baile y resolvió pasar rápidamente , entre la corta distancia existente entre el bailante y la gente que observaba el espectáculo. Lo que no calculó fue el momento en que aquel hombre levantaría su pierna. Pues bien, quiso la mala suerte que nuestro protagonista pasase justamente cuando el ejecutante de aurreku elevó, súbitamente, el pie noventa grados, propinando una fortísima patada a la sopera que Fredi llevaba en las manos; sopera que saltó con estrépito, derramando el contenido sobre las cabezas de quienes estaban en la primera fila. De ese modo, viéronse adornados con unas extrañas pelucas blancas y sonrosadas.

Lo peor es que allí se hallaba un puñado de reporteros gráficos, que dispararon sus flashes aprovechando aquella inusitada ocasión que se les brindaba. ¡Qué fotos para las portadas de sus revistas y las primeras páginas de sus periódicos!

¿Qué consecuencias tuvo aquello para Fredi? Corramos un tupido velo y hablemos de ello en la próxima entrega.

domingo, 15 de mayo de 2011

FREDI Y EL "TERRORISMO"






De nuevo Fredi estaba decidido a proseguir sus andanzas en pos de alcanzar el amor de Luci, aquella extraña muchacha que exigía de él un acto heroico y malvado para ofrecerlo al Príncipe de las Tinieblas.

Por aquel entonces se había iniciado un intento de democratizar a España, y el terrorismo etarra hacía de las suyas aprovechando la confusión de ciertos sectores del país que deseaban mantener el anterior sistema, y que no querían permitir que nuevos aires políticos deshiciesen lo que se había dejado "atado y bien atado".

Surgieron de la clandestinidad partidos como el Socialista y el Comunista, para desazón de algunos que pensaban en el regreso a la catástrofe de 1936.

Un grupo del País Vasco, simpatizante de ETA, consiguió en el Parlamento nacional, creado tras las primeras elecciones libres, ganar algunos escaños en el Congreso de los Diputados, lo que dio lugar a que el ex Ministro Fraga Iribarne dijese "Tenemos terroristas con representación parlamentaria".

Mi amigo Fredi no es que fuese tonto, pero era ingenuo; más de lo debido en vista de sus acciones absurdas para complacer a la amada Luci.

Pues bien, un día en que por motivos de su trabajo comercial pasó por una calle céntrica de una ciudad andaluza, vio en la puerta de un edificio de oficinas una pequeña placa donde aparecían las siglas "E.T.A." "Esto debe de ser una delegación por eso de las libertades actuales", se dijo Fredi. Ilusionado por la perspectiva de poder colaborar con los terroristas y así complacer a su adorada diablesa se dirigio al piso que se señalaba junto a la placa.

Allí fue presentado al jefe, un hombre cordial y animoso que le agradeció su visita y su deseo de trabajar con ellos. Para asombro suyo, fue admitido inmediatamente y se le ordenó un primer trabajo. Debía visitar a un número de agricultores industriales rurales de la provincia para formar un fichero con todos los datos posibles.

Así lo hizo Fredi, y en pocos días se presentó ufano ante el director, con la información requerida.

-- Le felicito. Ha hecho más indagaciones y más completas de lo que podía esperarse-- le dijo el jefe--. No obstante, veo que toma nota de cosas que no eran necesarias.

-- ¿Por ejemplo?-- preguntó Fredi.

-- Aquí dice número de miembros familiares, horas de entradas y salidas, aficiones, etc. No era necesaria tanta precisión.

-- Para que no tengan escapatoria-- apostilló Fredi.

-- ¡Hombre! ¡No es para tanto!-- replicó el jefe sonriendo.-- No es indispensable perseguirlos. Basta con mantenerse atentos a sus necesidades.

Al día siguiente el director le dijo a Fredi:

-- Le felicito. He recibido varias llamadas de empresarios agrícolas solicitando diversos tipos de bombas. Les ha caído bien, por lo que me han dicho.

-- ¿Piden bombas?-- inquirió Fredi-- ¿También ellos son colaboradores de la causa?

-- El hecho de pedirnos material los hace colaboradores nuestros. Por cierto, sería conveniente que mañana acompañara en la camioneta a nuestro equipo de montaje para probar un par de bombas.

-- ¿Probarlas?- preguntó Fredi.

-- Claro, hombre. La cosa no es tan complicada. Disponemos de mucha agua para hacer la demostración.

-- ¿Y la Guardia Civil?

-- La Guardia Civil no tiene por qué inmiscuirse. Tenemos nuestros papeles en regla.

-- Tal vez el ruido los alerte-- comentó Fredi.

-- ¿Qué ruido van a hacer? No más que el motor de un tractor.

-- Curioso. No sabía que actualmente se hiciesen bombas insonoras.

-- Pero ¿en qué mundo vive? Los motores de explosión son cada vez menos ruidosos.

-- Ignoraba que se usasen motores para explosionar una bomba....

-- ¿Explosionar? Nuestras bombas no necesitan eso. Funcionan con ruido discreto y, sobre todo, obtienen mucha agua.

De pronto, Fredi se dio cuenta de lo que se hablaba.

-- Perdone, jefe. Pero ¿qué hay entonces de nuestras acciones de guerra? ¿Qué derroteros ha tomado la ETA?

-- Pues las de siempre. Estudios y Tratamientos Agrícolas (E.T.A.) (1) está al servicio del progreso agrícola e industrial. Parece usted más despistado que un pulpo en un garaje.

Fredi deambuló aquella noche por las calles de la ciudad, y la policía le pidió la documentación, instándole a retitrarse a su domicilio. Al día siguiente emprendió rumbo al País Vasco.



(1) (La empresa E.T.A. existió realmente)

domingo, 1 de mayo de 2011

LA VELOCIDAD Y EL TOCINO




Se suele decir, para indicar la imposible relación de una supuesta causa y efecto, que algo es como confundir "la velocidad con el tocino". Pues bien, pude comprobar que sí puede haber una estrecha conexión entre una cosa y otra en la mencionada y algo jocosa expresión popular.

Yo, sí, la descubrí , e ignoro si mi descubrimiento llegará alguna vez a figurar en los anales científicos de la posteridad. Hay que preguntarse qué descubrimiento hubiera logrado Newton si no le hubiese caído una manzana en la cabeza. Mi investigación tuvo un rigor científico, como demostraré.

Una mañana primaveral, en una tranquila calle de la periferia londinense, un caballero británico caminaba con paso presuroso en dirección a la parada del autobús que le llevaría a su oficina en la City. Inoportunamente para él, un trozo de corteza de tocino fue pisada por el caballero, y su pie izquierdo describió elegantemente un arco de cuarenta y cinco grados, lo cual provocó una caída sobre sus glúteos, de tal modo que una segunda corteza de tocino, a poca distancia de la primera, recibió las posaderas del hombre. La velocidad del transeúnte no era inicialmente superior a ocho km/h, pero tras el impacto con la otra corteza alcanzó la impresionante velocidad de 42,300 km/h. Eso ocurrió durante unos 4 metros y el cálculo lo hice cuidadosamente, como puedo demostrar, mediante el vídeo que coloqué a poca distancia. Curiosamente, la breve carrera de Mister Smith terminó precisamente en la parada del autobús, cuando éste justamente llegaba.

-- No era necesario que se apresurase tanto, señor. Yo me hubiera esperado unos segundos más-- dijo el conductor amablemente.

Bueno, pues con los escrupulosos cálculos obtenidos por mí he roto con el mito de que nada tiene que ver la velocidad con el tocino.

-- Pse, pse, oiga. ¿no sería usted el que colocó las cortezas para provocar el incidente? ¿No iba preparado con el vídeo para eso?

-- He de responderle que su observación es impertinente. ¿Acaso la ciencia no exige algunos sacrificios?

-- Es usted un hijo de p...

-- Bueno...

lunes, 4 de abril de 2011

FREDI Y LUCI




En un relato anterior vimos los esfuerzos del protagonista para ofrecer a su amada Luci Fernández algún acto malvado que complaciese al Diablo y así lograr el amor de su preciosa diablesa.

Fredy ya no quiere seguir escribiendo sobre sus avatares con su amada, pero me ha autorizado a que lo haga yo, pues me considera su amigo más íntimo y de plena confianza. Así que me limitaré a describir lo que él me contó.

Mi amigo se quedó aturdido y desmoralizado tras sus dos intentos de lograr alguna perversa acción. Sus entrevistas con Luci-Fer Nández se limitaban a tomar café en un bar céntrico de la ciudad. Pero Luci se mostraba renuente a entregar su amor. Quería resultados, pruebas de la sumisión de Fredy.

-- Resultados, Fredy. El Amo está disgustado y considera que estoy mostrando ineptitud. Esto no puede continuar así.

-- Pero Luci, yo te amo. Después de todo ¿qué importa lo demás?

-- Lo que tú llamas "lo demás" constituye mi ideal supremo. No olvides que para conseguir mi amor te puse mis condiciones.

-- Difíciles condiciones, Luci. Lo he pasado mal y no he tenido ni una palabra de consuelo. Ni siquiera me has dado un beso desde que te conozco.

-- ¡Ja, ja! ¿Eso es tan importante para ti? Pues te lo daré ahora.

Y acercando su rostro a él le ofreció sus labios carnosos. Fredy miró fascinado aquel delicioso obsequio y besó apasionadamente la boca de Luci.

Todo desapareció de pronto. Fredy se vio cayendo en un abismo rojo y profundo, cogido de la mano de Luci. Aquel extraordinario vuelo era a la vez fascinante e inquietante. Algo extraño envolvió a Fredy. No quería estar allí, pero la compañía de Luci le embargaba de felicidad. Al mismo tiempo, presentía un terrorífico final del que no podría escapar.

Aquella larga caída tenía un fin. Bajo sus pies, una enorme llanura empedrada de un rojo intenso y ardiente, que parecían enormes rubíes que amenazaban con quemarlos a los dos. Luci sonrió y abrazándose a él subieron a velocidad vertiginosa.

Repentinamente, se vio en la cafetería frente a Luci.

-- ¿Qué ha pasado, Luci? ¿Cuánto tiempo hemos estado fuera? Veo las mismas caras a mi alrededor.

-- No hemos estado más de cinco segundos. Lo que ha durado nuestro beso.

-- ¿Cinco segundos? ¡Pero si me ha parecido una eternidad!

-- Ya ves, Fredy. El tiempo difiere entre  el otro mundo y el nuestro. Hay otros mundos, Fredy. El tiempo es un concepto diferente según donde estés. ¿Has leído a Einstein? Eso te ayudaría.

-- Estoy confuso, Luci. Lo único que te puedo decir es que tu beso y tu compañía han sido maravillosos.

¡Ajá1 Pues imagina lo que será cuando me poseas por completo...

-- ¡Oh Luci! Me vuelves loco. Por ti haría lo imposible.

-- ¿De veras? Pues he aquí que te vuelvo a pedir lo que ya hice unos meses atrás.

-- Sí, Luci, sí. Ya lo sé. Volveré a intentarlo de nuevo. Te juro que lo conseguiré.

-- No vuelvas a decir "Juro". Jurar significa poner a Dios por testigo. Comprenderás que no es apropiado en nuestro caso.

-- Pues ¿qué digo, Luci? Tal vez debería decir "Lo satanizo".

-- ¡Ja, ja, ja! Resulta gracioso. Pero bastará que me lo prometas.

-- Pues te lo prometo, Luci. Agudizaré mi ingenio y lograré ofrecerte algo que te satisfaga.

Tras aquella conversación, Fredy se puso manos a la obra. Dudaba acerca de tomar alguna de las opciones en las que pensaba.

Una de ellas era establecerse en Gibraltar, minúscula ciudad donde la delincuencia de alto rango estaba permitida y aun protegida por su Gobierno. Pero para delinquir desde Gibraltar había que hacerlo con "clientes" de fuera. La pequeña población no era precisamente New York.

Así que de momento pensaría en algo más sencillo. ¡Ya lo tenía! Sí, sería estupendo. Pondría un anuncio en el periódico solicitando trabajadores para una empresa ficticia, y luego sufrirían terriblemente con el engaño . Hasta preveía algún que otro suicidio.

Al día siguiente de poner su petición en la prensa local, llovieron las llamadas en el teléfono de Fredy. Como aquello debía tener un aspecto de realidad, Fredy dialogaba con los aspirantes e inquiría detalles sobre sus conocimientos y experiencia. A los que "seleccionaba" les pedía que enviasen sus currículos a un aparatado de correos. Al tercer día retiró su anuncio. Ya tenía bastante.

Naturalmente, había dado un plazo de varias semanas para "estudiar" cada expediente y así crear una atmósfera tensa y anhelante.

Pasaron tres semanas. Las llamadas de los aspirantes al empleo eran constantes. Fredy se regodeaba y soñaba con el momento de decírselo a Luci. Pero un día, una de las llamadas le cogió por sorpresa.

-- Buenos días. Soy Inspector del Ministerio de Trabajo. Tengo entendido que usted ha recogido numerosos currículos para una supuesta empresa que, por lo que hemos descubierto, no existe. Le exijo que nos entregue esa documentación.

-- ¿Que no existe la empresa? ¿Cómo lo han descubierto? ¿Y para qué quieren esos papeles?

-- Lo descubrí yo, que para eso soy Inspector del Ministerio. En cuanto a exigirle esa documentación, se debe a que una empresa franco-alemana se va a establecer en nuestra ciudad. Y creo que el perfil reflejado en su anuncio coincide con lo que la fábrica extranjera exige.

Fredy no tuvo más remedio que entregar lo pedido por el Inspector. Para su sorpresa, los 67 aspirantes cuyos currículos habían llegado a sus manos encontraron trabajo en aquella nueva industria.

Fredy estaba hundido y decidió no contárselo a Luci. Pero lo más desmoralizante fue el encuentro en un bar con una docena de aquellos trabajadores que lo reconocieron y le invitaron a tomar todo lo que quisiera.

-- ¿Qué va a ser , señor? Le preguntó el camarero.

-- ¡Azufre! ¡Azufre con ceniza!


domingo, 16 de enero de 2011

MI AMADA LUCI



Se llamaba Lucy, aunque ella insistía en que era con "i" latina, o sea, Luci. Aquello al principio me pareció algo sin importancia, pero luego supe que sí lo era para ella por razones que explicaré.

La conocí en un cocktail al que fui invitado por una amigo tras la presentación de un libro sobre temas esotéricos. La verdad es que nunca llegué a leer aquella obra, porque Lucy, o Luci, acaparó todas las horas libres de mi vida. No hubo lugar en mi cerebro sino para que mi pensamiento estuviera pendiente de ella. Es decir, que me enamoré perdidamente de esa forma que Ortega y Gasset definió como "idiotez transitoria" o algo así. El idioma inglés, tan gris para otras cosas, tiene un verbo muy expresivo para eso del enamoramiento: "to fall in love", caer en el amor. Nada más apropiado para mi caso porque caí en un abismo del que estuve a punto de no salir.

Lucy era guapa, con una belleza extraña, alucinante, irresistible. Cabelllo negro enmarcando un rostro de marfil de finos rasgos y una figura esbelta, con una forma de caminar elegante y majestuosa. Además, su personalidad era muy interesante. Había algo en sus palabras que, junto a sus misteriosos ojos, me fascinaban.

Manteníamos largos diálogos, o, mejor dicho, monólogos, pues ella hablaba de sí misma y, sobre todo, de los profundos ideales que informaban su vida. Pero me tenía intrigado. Un día le pregunté:

- Todavía no sé cuáles son esos ideales de los que hablas. Me suenan algo extraños y quisiera que me lo explicases.

- Mis ideales no son los tuyos, y temo que no me comprendas.

- ¡Oh sí! Trataré de comprenderte, Lucy.

- Tal vez -responde ella- pero antes debes entender la grandeza de quien manda sobre mi alma.

- ¿Se trata de alguna de esas sectas que hay por ahí?

- ¡Qué vulgar eres! Yo no pertenezco a ninguna secta sino al único y poderoso Príncipe. Mi propio nombre lleva las letras que lo identifican.

- Dime- me preguntó- ¿Cómo es mi nombre y mi apellido?

- Pues, Lucy y ... Fernández, creo.

- Exacto, ¿y cuál es la primera sílaba de mi apellido?

- Fer... claro.

- Fíjate entonces, me llamo Lucy y esa primera sílaba da L-U-C-I-F-E-R.

- ¡Puñetas, es verdad!- exclamé. Tiene gracia la cosa.

- No es que tenga gracia. Es que es un signo que me recuerda mi natural pertenencia al Príncipe de las Profundidades.

- Realmente no creo que tus ideales se amolden a los míos. Todo esto es extraño para mí.

- No importa. Se´que me amas y me deseas. Yo seré tuya para siempre si haces lo que te pida.

- ¿..?

- Lo que te pido es que hagas algún acto de los que la gente considera "malos".

- ¿Matar, por ejemplo?

- Quizás. Eso lo dejo a tu elección. Lo que importa es que sea lo bastante perverso. Algo que deje en tu corazón la certeza del mal. Tú me lo ofrecerás y yo, a mi vez, se lo diré a mi Príncipe como homenaje a su grandeza.

- La verdad, me dejas hecho un lío- respondí-. No me creo capaz de obrar así, fríamente.

- ¡Sentirás el ardor del mal! Te aseguro que es una sensación inigualable. Los grandes malvados que en el mundo han sido han sentido la maravilla del Mal. Muchos han creído que era conquistar el poder, mas no es así. Su verdadero gozo era la capacidad de saber qué gloria les cubría por sus monstruosos actos. Además, como ya te he dicho, el premio soy yo... de momento.

Esto me lo dijo con una encantadora sonrisa y un brillo en sus ojos que me hipnotizaron.

Accedí. Sí, accedí. Realizaría una acción maligna con tal de poseerla. No sé cuál es la fuerza del Diablo para intervenir en la vida de los hombres, pero sí que sé la que tiene una mujer hermosa.

Así que, ni corto ni perezoso, me dispuse a elaborar un plan que fuese lo suficientemente malo para que satisficiera a mi amada. ¡Mataría a alguien en un paso de peatones! Sería fácil y posiblememte no despertaría sospechas.

Aquella avenida era una de las más transitadas en la ciudad. En uno de sus pasos para peatones controlados por semáforo me coloqué a la espera de mi víctima. Ésta se presentó en forma de un invidente. Le dije que le ayudaría a cruzar y que esperase mis instrucciones. En un momento determinado en que no pasaban coches, le dije que  cruzase porque ya estaba libre para peatones. Pero no era así. Un vehículo negro se acercaba a toda velocidad y calculé con rara precisión que estaría a la altura del ciego en el momento oportuno. Así fue, pero el conductor del coche negro viró bruscamente el volante y se estrelló contra el poste del semáforo. El hombre invidente salvó la vida.

La policía acudió rápidamente y asistió a los dos ocupantes del coche que estaban heridos. Inmediatamente, descubrieron que los viajeros del vehículo accidentado eran "El Gibraltareño" y "El Chocolatero", dos peligrosos delincuentes buscados por la justicia. La prensa del día siguiente resaltó el hecho del apresamiento de los dos bandidos, considerándolos un golpe de buena suerte.

¡Qué desilusión para mí! Algo tan sencillo resultó un fracaso. Había que buscar pero ¿cuál?

Decidí dar un largo paseo hasta mi apartamento. En una céntrica plaza me topé con una monja, no recuerdo de qué Orden, que me pidió un donativo para un centro de asistencia para niños huérfanos. Otra compañera se sentaba detrás de una mesa donde se exponían folletos explicativos de la obra benéfica. Tomé uno de los papeles para hojearlo.

- Por favor, señor ¿nos podría ayudar para los huérfanos? Me dijo una de las monjitas.

- Pues no llevo más que unos céntimos, pero prometo enviarles algo. Denme su dirección, por favor.

- Con mucho gusto, señor.- Respondió una de las religiosas-. Y que Dios le pague su generosidad, sea lo que sea.

Me fui con la para mí feliz pretensión de hacer una jugarreta a las buenas monjas. Esta vez sí que iba a salir bien mi diabólica acción. No podía fallar y me regocijaba pensando en la cara que iban a poner en aquel convento.

En un viejo escritorio heredado de mi padre, con un montón de papeles y documentos, vi un arrugado sobre, que no sabía por qué, se había guardado allí. Una borrosa dirección estaba escrita en el sobre y un sello de correos se adhería en la esquina derecha. Taché la dirección, puse la del convento y rellené el sobre con recortes de periódicos, con el cuidado de que tuviesen el mismo tamaño que los billetes de banco. Aquello resultaba abultado y causaba buena impresión.

Satisfecho por mi supuesto ingenio, me encaminé a la dirección que me habían dado las monjas, y entregué el sobre a la hermana portera, que lo tomé con una sonrisa y unas palabras de gratitud.

Pasaron unos días y, entretanto, me alegraba contando a Lucy mi fea jugada que desconcertaría a las buenas monjas. ¡Qué ojos pondría la Superiora al ver el contenido del sobre! ¡Qué desilusión, qué chasco! Me recreaba hablando de ello con Lucy, y ella me premiaba con su encantadora sonrisa y su  atrayente mirada.

Pero aquella gozosa sensación del deber cumplido con mi adorada Lucy se vino abajo pasados unos días, cuando recibí una carta de la Superiora del centro al que entregué mi supuesto óbolo. Decía: "Querido señor, es usted un bromista y no dudo de que lo hizo para restar importancia a su generosa donación. Realmente nos hemos reído con su chanza.

Usted escondía su altruismo fingiendo unos presuntos billetes, cuando en realidad lo hizo con ese antiguo sello postal referente a la Exposición Universal de París de 1889. Una joya filatélica. Nos ha dicho un experto que lo valora, al menos, en diez mil dólares. Me dice también que en el mercado internacional su valor puede verse muy aumentado.

Que Dios le bendiga y le colme de bienes.