CUENTOS POR CALLEJAS

Hay base en la realidad y/o en la ficción en todo cuanto opino y/o narro.

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miércoles, 5 de diciembre de 2012

FÉLIX



Mi amigo Félix se ganaba bien la vida. Era activo, dinámico y conocía bien el mundo mercantil en el que se desenvolvía.

Yo lo admiraba, pero tenía la intuición de que era un poco ingenuo. Parecía contradictorio que, ejerciendo con éxito su profesión, pudiese en otros aspectos resultar inocentón en cosas como la vida amorosa.

Era él un solterón de cuarenta y pico años que soñaba con su amor ideal, con una mujer que satisficiese sus románticas aspiraciones y llenase de felicidad su vida.

Me habló de ella. Vivía lejos, en el pueblo de su procedencia, lo cual le proporcionaba cierta dificultad a la hora de visitarla. Así que eso aumentaba aún más su anhelo por verla.

Ella era mucho más joven que Félix, y, por la fotografía que él me mostró, aparecía como una chica bastante bonita. Si a eso se le añadían las muchas virtudes que, según él, la adornaban, resultaba algo idílico para un hombre.

Así tuvo que parecerlo para más de uno de sus paisanos, pues una mañana Félix me abordó, tomándome de los brazos, y me dijo:

- ¡Se lo advertí, mira que se lo avisé! ¡Ese muchacho no te conviene, no es lo apropiado para ti! ¿Cómo ha podido hacer semejante tontería?

Luego, más tranquilo, me explicó que su pretendido amor se había enamorado de un chico vecino de ella, que tuvo la oportunidad de cortejarla sin el obstáculo de los muchos kilómetros que la separaban de Félix.

Bueno, pensé, estas cosas pasan. La distancia apaga el amor, como dice una canción, o algo así.

Pero Félix era de noble corazón. No le oí ninguna palabra de reproche hacia su chica perdida.

Pasaron unas semanas, un par de meses, y Félix parecía más animado. Había encontrado por Internet a una muchacha que despertó su interés. Me hablaba de ella y, nuevamente, había ilusión y algo de alegría en su corazón.

Pasaban los días y, de vez en cuando, me hablaba de ella y de su proyecto de hacer un viaje para conocerla.

Realmente me alegraba por verlo así. Era de esa clase de personas por las que se siente simpatía y deseo de verlas dichosas.

Pero iban transcurriendo los días y ya no me hablaba de su relación . Decidí preguntarle el porqué.

Su rostro era serio, y su mirada, triste. Le inquirí:

- ¿Qué hay de esa chica de Internet, Félix? ¿No ibas a verla?

- No- me respondió-, no iré a verla. Nunca lo haré.

- Pero ¿no me dijiste que harías el viaje para conocerla personalmente?

- Cuando le dije que iría allí me dijo: "Cobro mil pesetas por hora".

Después de aquello no volví a ver a Félix.

Se recluyó en una soledad infranqueable, mas espero que la vida le haya ofrecido algo de la felicidad que merece.