CUENTOS POR CALLEJAS

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lunes, 5 de mayo de 2014

RESCATE DESDE EL CONVENTO



Juan y su novia Juanita se devanaban los sesos pensando cómo sacar del convento de monjas al grupo de judíos que habían podido refugiarse allí.

A Juan le sorprendía que su novia preguntase siempre por los sefardíes cuando dieron con aquel puñado de judíos.

-- Dime, Juanita, ¿qué son esos "sefartitas" por los que te interesas y por qué?

-- No se dice "sefartitas" sino "sefardíes". Son los descendientes de los judíos que vivían en España y fueron expulsados en 1492-- respondió ella.

-- ¿Por qué los echaron?-- inquirió Juan.

-- Por fanatismo religioso-- contestó Juanita. Eso que tanto daño ha hecho a través de los siglos. Aquellos judíos llevaban muchas centurias viviendo en la Península Ibérica y se consideraban a sí mismos tan españoles como los demás. Fíjate cómo será que aún hablan la lengua castellana y ¡fíjate! algunos conservan las viejas llaves de sus casas cuando fueron expulsados.

-- ¡Caramba, chica! ¡Pues sí que sabes tú! Eres una "ciclopetra".

-- "Enciclopedia", Juan. Y ahora tenemos que pensar qué hacer para poner a salvo a esa pobre gente.

-- Pues yo  digo, Juanita, que ya que están en un convento podrían salir vestidas de monjas.

-- Es buena idea para las mujeres, pero ¿qué hacemos con los hombres y los niños? preguntó Juanita.

-- Ya puestos a eso se me ocurre que los hombres pasasen por curas y los niños por escolares. A los controles de carretera se les diría que van de excursión por cosas de cultura y de religión.

-- No te falta imaginación-- añadió ella. Las monjas, seguramente, tengan hábitos de repuesto y las sotanas para los curas son fáciles de confeccionar. Hablaré hoy mismo con la Superiora.

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El autobús era de mediano tamaño, pero suficiente para las 21 personas que tenía que transportar. Juan sería el conductor y Juanita haría de guía.

Aquella mañana salieron temprano. Mujeres vestidas de monjas, unos cuantos hombres con sotana y los niños con vestimenta escolar.

Al llegar a la carretera principal un grupo de soldados de las SS les dieron el alto. Un oficial de aspecto elegante subió al autobús.

-- ¿A dónde se dirigen ustedes? Documentación.

-- Nos dirigimos a Avignon, sede de los antiguos Papas franceses-- respondió Juanita mientras le tendía un pase hábilmente falsificado.

El oficial le echó un rápido vistazo, así como al de Juan, y no pidió el de los supuestos religiosos.

Se dirigió a Juanita con una sonrisa:

-- Me gustaría verte cuando vuelvas, muchacha. Tal vez podamos cenar juntos algún día.

-- Por supuesto-- respondió Juanita sonriendo.

El de las SS se apeó y, con un suspiro de alivio, Juan arrancó el autobús.

Aquel viaje tuvo un final feliz en la frontera española.

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