CUENTOS POR CALLEJAS

Hay base en la realidad y/o en la ficción en todo cuanto opino y/o narro.

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martes, 8 de noviembre de 2011

GUIJARROS EN LA LENGUA




Yo conocía a Manuel porque él tenía un puesto de venta de carne en el mercado municipal, al que yo iba de vez en cuando si mi mujer pedía mi colaboración en la tarea de las compras. Manuel era un joven activo y amable, con el cual mantenía yo una discreta amistad. Y lo digo así porque nuestras conversaciones eran muy breves. El motivo era su tartamudez. Por ello, el intercambio de palabras con sus clientes era muy corto con el fin de disimular su defecto.

Hay que conocer de cerca a esta clase de personas para comprender el sufrimiento que padecen, personas siempre temerosas de provocar alguna risa que les haga sentirse ridículas y avergonzadas.

Un día me dijo que necesitaba obtener el permiso de conducir y comprar una furgoneta para el transporte de sus mercancías.

-- Pe... pero yo... yo... no... no pue... pue...do acu...dir a u...na au... au... toes.. toes...cuela pa... para que se... se... rí... rían de... de mí.

-- Bien, Manuel. Te propongo una cosa- le dije-, te daré clases particulares y nadie te verá ¿vale?

Aceptó mi ofrecimiento y comenzamos las lecciones al día siguiente. Le dije:

-- Manuel, cuando te pregunte algo respóndeme cuando quieras; no tengas prisa y, si no lo deseas, me contestas cuando te parezca bien en otra ocasión.

Con este lento principio iniciamos su aprendizaje. Estuve tentado de ensayar con él lo que dicen que hizo Demóstenes para curar su tartamudeo. Mas eso de meterse piedrecitas en la boca me pareció que le resultaría chocante, y no se lo dije.

Para mi sorpresa, su progreso resultó notable. Dicen que los tartajosos son muy inteligentes y que, debido a la rapidez de sus pensamientos, tratan de hablar a mayor velocidad, y por eso se atascan.

Pero mi segunda y mayor sorpresa fue que en pocos días su lenguaje fue mejorando de tal modo que al final del curso apenas se entrecortaba. Prácticamente no tenía ya defecto en el habla. Se hallaba eufórico- al igual que yo-. Pasó sus exámenes y compró la furgoneta.

Fui a verle en su puesto del mercado. Hablaba alegre y fluidamente con su numerosa clientela, que se sentía encantada por charlar con él. Me saludó levantando una chuleta de cordero, y gritó: "¡Aquí tienen ustedes al hombre que me curó!"

Por suerte, suelo llevar gafas oscuras. De esa manera nadie pudo ver que tenía los ojos húmedos por las lágrimas.

19 comentarios:

Anónimo dijo...

La satisfacción del trabajo bien hecho y de la amigabilidad, emociona.Los signos de miedo, verguenza que has descrito, son propios y unidos a la ansiedad generan frustación.
Debe de ser un hombre más integrado socialmente y agradecido a ti de ser parte de su felicidad.
Deso que sigas bien.

FEPETE dijo...

Lo mismo te deseo, Anna. Muchísimo agradezco tu valoración. Un abrazo.

josef dijo...

Un relato entrañable, me ha dejado maravillado ese final.
UN placer visitarte y un post excelente.
Vengo del blog: Moderato_Dos_Josef
UN abrazo, josef.

omar enletrasarte dijo...

una historia...recordable, tan amena como entretenida,
saludos

Carmen Silza dijo...

Me ha encantado ese final,entrañable historia...Es un placer estar aquí...Besos

MEN dijo...

Que bien se siente uno cuando alguien reconoce el esfuerzo que ha hecho y encima lo agradece. Una entrada llena de ternura. Me encanta. Un bessito

Anónimo dijo...

esas historias, que duelen y no, la gran contradicción del ser...me has impactado!
un abrazo
gracias
lidia-la escriba

Anónimo dijo...

Qué hermoso relato, casi un milagro,
no hay peor error que marginar a alguien por algún impedimento físico... desarrollar y descubrir el potencial que llevan dentro es algo que nadie debe quitar ese derecho.

Aquel hombre lo único que necesitaba era hallar algo que lo motive, algo que lo incentive a sentirse útil y valorado.

Abrazos alados,Fepete!

Humberto Dib dijo...

Un texto muy tierno, en verdad.
Y un final que emociona.
Fue un placer leerlo.
Un abrazo.
HD

Anónimo dijo...

GRACIAS POR COMENTAR EN MI BLOG!
UN ABRAZO
LIDIA-LA ESCRIBA

GarlaKat dijo...

He visitado este blog en otras oportunidades, pero blogger ha conspirado en mi contra y no me había permitido dejarle un comentario. Quiero felicitarle y agradecerle por dejarnos un pedazo de alma lleno de amor y de buena vibra, de seguir adelante y luchar por lo queremos y creemos justo. Un abrazo.

FEPETE dijo...

Saludos a todos vosotros. Os agradezco de corazón vuestros comentarios.
Me alegra, Garla, que Blogger ya te haya permitido entrar aquí para comentar. Un abrazo.

Lapislazuli dijo...

Que satisfaccion!!! Un abrazo

Unknown dijo...

Buenos Días,Fepete.

¿Cómo se encuentra?
Las pérdidas de los seres queridos, son muy difíciles de llevar.
Y la peor de todas es la de un hijo.
Un abrazo fraternal.

Si necesita una mano amiga por aquí andaré.

m.eugènia creus-piqué dijo...

Me ha gustado mucho el relato, sea verdad o ficción.
Te seré sincera Fepete, de más joven me daban mucha risa los pobres tartamudos, con el tiempo y la edad comprendí que se deben respetar y no reir.Un abrazo.

FEPETE dijo...

Lapislázuli, yo sí que me emocioné cuando vi lo que se podía conseguir con paciencia.

Gloria, te agradezco el apoyo. Ahora estoy volcado en la escritura. Comenta aquí siempre que quieras. Eres realmente amable.

Geni, es una historia real mostrada como un breve relato. Mucha gente se ha reído alguna vez de los tartamudos, pero lo cierto es que al final el respeto se debe imponer.

Abeazos a las tres.

MEN dijo...

Por cierto, en mi blog te he dejado una cosa especial para ti. Quédatela a tu manera. Espero que te guste y que vengan otros a conocer tu blog que a mí me ha encantado.
Un bessito, buen fin de semana

FEPETE dijo...

Tu blog sí que me encanta, MEN. ¡Mil gracias! Voy a ver el regalo. Un abrazo.

Bosón de Higgs dijo...

Pienso que para algunos males, no es necesario ningún medicamento o ninguna intervención quirúrgica, basta simplemente con encontrar esa llave que abra esa seguridad que nos falta para determinadas cosas. Quizás el tartamudeo jamás existió, o mejor dicho, jamás debió ser tartamudo ese dependiente. Le diste confianza y respeto, y le mostraste el camino y poco a poco fue ganando en seguridad, siéntete orgulloso. Me gustó el relato, y es un canto a la superación, porque querer es poder... Un abrazo !